martes, 19 de mayo de 2009

Homicidio personal.

¿Cuán equivocado puedes estar con respecto a una persona? ¿Cómo es posible que sin saberlo, sin imaginarlo, de la noche a la mañana, todo cambie y nada vuelva a ser como antes? Realmente creí conocerme, pero ahora veo cuán equivocado estaba. Si hace un instante me hubieran preguntado si hubiese sido capaz de matar a alguien, me habría alarmado contestando súbitamente que NO. Es impresionante cómo en un segundo, el tiempo se congela y puede suceder cualquier cosa. ¿Cómo podría haberme imaginado, en algún momento, a mí mismo con las manos llenas de sangre, flagelando mi ser? Y ahora que siento el dolor, me arrepiento. Todo ha cambiado, mi alma, mi cuerpo, mi vida o mejor dicho, mi muerte.
 Maldigo el momento en que sentí temor de amar y decidí transplantar mi corazón por otro de hielo. Maldigo el momento en que vendí mi alma a cambio de no sentir dolor. Maldigo el momento en que todo dejó de ser lo que era para convertirse en esta prisión de mentiras y frivolidades. 
 Es imposible tapar el sol con un dedo, así como es imposible recoger la sangre derramada. En cuanto mis venas queden vacías como mi corazón, la luz se extinguirá y la nada me acogerá como una madre desconsolada abraza a su hijo que muere, mi sonrisa dejará de valer algo, si es que alguna vez tuvo valor, y todo será negro, sin matices, tal y como lo deseé estúpidamente en algún momento; sólo pido sea perdonada mi estupidez por aquellas personas que sufrieron por ello.